Columnistas  2/3/12 - Nº 108                    

Un país con anteojeras  

 

Las anteojeras son un adminículo que se les coloca a los caballos, fundamentalmente los que andan en el tránsito, para que puedan ver para adelante solamente. No pueden ver para los costados y consecuentemente asustarse o distraerse con todo lo que pasa a su alrededor.
Con tristeza y con enorme afecto por los profundos lazos que tiene el que escribe con Argentina y los argentinos, parecería que alguien le ha puesto anteojeras a ese pueblo tan voluble pero a la vez tan afectuoso con sus primos orientales.


Argentina en manos de su actual gobierno va al despeñadero. Lo peor, que es el mismo despeñadero que vivieron durante los gobiernos del Gral. Perón, de los militares del proceso y de los tecnócratas como Frondizi o los políticos poco avezados como de De La Rúa y su comandita.


Argentina es un país de extremos en muchas cosas. También lo es en materia económica. Altos picos de gran prosperidad seguidos de hecatombes y desastres económicos provocados por imprevisión, corrupción y falta de coherencia a nivel político.


También es cierto que Argentina por decirlo de alguna manera 'mete' dos cosechas buenas de lo que sea, hace caja, y sus problemas parecen desaparecer.


Desaparecen efectivamente sus problemas financieros mas acuciantes pero sus grandes dramas de fondo, de estructura, se mantienen a través de los años, pareciera sin importar el gobierno que esté en el poder.


Enormes inequidades sociales, corrupción a una escala asombrosa, verdaderos feudos políticos dentro de su estructura federal, permanente desorden en las cuentas públicas, la evasión fiscal como deporte nacional y lo peor, una permanente actitud de buscar soluciones fáciles a problemas difíciles cosa que por definición no existe.


Total, creen ellos o sus gobernantes de turno, que son ricos y cualquier problema pueden generar una cortina de humo internacional con la cuestión de las Islas Malvinas.


Eso justamente es lo que hacen actualmente. Lo cual por desgracia a su vez hace sospechar a cualquier observador que los problemas actuales de Argentina son mucho mayores de lo que ellos admiten.


Nuestros primos parece que han dejado caer su país en manos de un grupúsculo de ineptos que entre otras cosas se han embarcado en políticas draconianas para evitar la fuga de divisas y peor parecen ensayar por enésima vez la fracasada política de la sustitución de importaciones haciendo caso omiso de tratados internacionales, la lógica y el sentido común.


Enquistan en el poder a personajes tan oscuros como el Sr. Moreno Secretario de Comercio quien acostumbra negociar con un revólver encima de la mesa o permiten que un pequeño grupo cercano al poder se enriquezca en forma obscena siempre y cuando mantenga su obsecuencia a ese poder.


Todos conocemos los nombres, están todas las semanas en las revistas del corazón cuando no en Uruguay o Miami buscando destino para sus fondos mal habidos.


Para colmo pareciera que la viuda Kirchner ha puesto el manejo de la publicidad del estado, que representa decenas si no cientos de millones de dólares en manos del grupúsculo político de su hijo, que representa lo más cerril, lo más nihilista y probablemente lo más incapaz del peronismo actual.


El nombre del grupo de Máximo Kirchner, es así que se llama el botija, rememora el nefasto dentista Cámpora quien como primera medida de su cortísima presidencia de la década del 70 liberó a todos los presos de la cárcel de Devoto, tanto guerrilleros como comunes.


Este fue el primer paso a la hecatombe del gobierno de los militares con su infame costo en vidas y miserias de todo tipo.
Tan bajo ha caído el gran país hermano y vecino que la revista más leída por las clases directrices del mundo entero,' The Economist' ya no publica ni maneja estadísticas provenientes del gobierno argentino por creerlas falaces y poco serias.


Más grave quizás es que empresas serias de ese país no proveen datos a The Economist sino disfrazadas y desde el anonimato. Tal es el miedo al gobierno que se ha instalado en la Argentina.


Argentina parece caer nada más por ineptitud y su legado de corrupción a escala inimaginable en una especie de aislamiento que afianza con trabas a la importación, una clara política de sustitución a las importaciones y crecientes dificultades para los traslados al exterior de sus ciudadanos.


El problema es que el país caiga en un espiral vicioso descendiente de parches económicos, pérdida de competitividad internacional y la consecuente fuga de capitales que ya se percibe.
Todo esto sin fin a la vista.


Este camino claramente equivocado hará mucho daño pero lo más grave, es que, de seguirlo indefinidamente, Argentina abrirá las puertas a algún salvador aún desconocido pero que posiblemente lleve a ese gran país por caminos más inciertos aún que los actuales.


Un país que endiosa a un jugador de fútbol brillante pero nada más, más bien mucho menos, un país que aún sueña con la demagogia de Perón que lo llevó a la situación actual, un país que da por cierto una mentira repetida un millón de veces como lo es la cuestión de las Islas Malvinas o Falkland difícilmente sea viable en democracia en el mediano plazo, quizás ni en el cercano.


Es una enorme pena. Argentina es un gran país con gobernantes que ni tienen ni han tenido la habilidad ni la estatura para manejar su compleja estructura federal quizás desde la presidencia de Roca.
Potencialmente nuestros primos de allende el plata son de los ricachones del planeta. El problema es que básicamente lo toman como derecho y no como obligación de bien administrar lo que la historia y el azar les dio.


Es de temer que si los argentinos no se sacan de una vez las anteojeras y miran para todos lados y no solamente en una dirección la historia y la realidad, como suelen hacer, los embestirá sin piedad.


El desparramo será grande, probablemente más que otras veces porque hay mucho más en juego.


El desparramo, como siempre, llegará a nuestras costas amplificado por el tamaño relativo de nuestras economías. Costará seguramente superar sus consecuencias.


Mientras que nuestros primos muy hermanos no enderecen el rumbo deberíamos abrir nuevos horizontes y ampliar actuales.
Colombia, Brasil y Chile parecen tres buenos socios, ni que hablar de Angola, Nigeria y los otros países de la costa oriental del continente africano.


Argentina y Venezuela parecen entrar en períodos de gran inestabilidad.


Sería conveniente prever esto y afinidades culturales, afectivas o políticas aparte procurar insertar a nuestro país en otros circuitos comerciales, menos cíclicos que los de nuestros supuestos compañeros de ruta ideológicos, o, al menos mas previsibles.


Mientras tanto, roguemos que de una vez los argentinos se quiten las anteojeras, dejen de ser un riquísimo país de segunda, pongan su casa en orden y ocupen su debido lugar en el concierto de las naciones.


Ya son grandes, ya es tiempo de que maduren.  
Michael Castleton
 


 

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