Columnistas 2/3/12 - Nº 108                 

 

Además de preocuparnos...

nos ocupamos

Muchas veces los legisladores comenzamos tomando un tema puntual y luego su complejidad nos lleva a situarlo en un contexto mucho más amplio para su tratamiento.

En el caso del abuso del alcohol es inevitable, no sólo por nuestra experiencia desde la Comisión de Adicciones luego de compartir instancias con todos los profesionales involucrados en su combate, sino principalmente por mi condición de ciudadana y especialmente como madre.

Es justamente esa condición de ser una faceta de una realidad a la que hay que atender cuánto antes la que nos mueve a insistir todavía más en esta lucha.

Queremos junto a todos quienes comparten nuestra preocupación despertar cuanto antes la responsabilidad del estado y todas sus herramientas; junto con el rol de la familia y el de las instituciones que puedan ayudar a sanar un tejido social desgarrado por una sistemática pérdida de valores.

Hoy enfrentamos en nuestra sociedad un problema de adicciones creciente en números, cada vez más diverso y dañino en la naturaleza de las sustancias consumidas y sus consecuencias.

Si bien el tema adicciones es multicausal y parte de su origen se puede atribuir a factores individuales y circunstanciales, ya no cabe duda que existe una situación social que está propiciando el agravamiento del problema.

Desde varias disciplinas los expertos coinciden en señalar que nuestra época está signada por la disgregación familiar, la pérdida de referentes de autoridad y su descrédito, la incertidumbre como constante y las relaciones superficiales y efímeras. Y que todo esto constituye una verdadera catapulta a las adicciones.

Lógicamente, quienes están más expuestos son los herederos de esta mutación en la sociedad; los niños y jóvenes criados en entornos que ya no cumplen la doble función de establecer pautas y a la vez dar contención frente a los desafíos e incertidumbres de la adolescencia.

Criados muchas veces en familias rotas por la cultura del “sálvese quien pueda”, educados en un entorno que no los atiende y muchas veces no les demuestra expectativa alguna en ellos, muchos jóvenes encontrarán la ilusión de la contención, la pertenencia y la atención que reclaman en la adicción a alguna sustancia.

Allí dónde la familia, el sistema educativo y el estado estén omisos seguramente estará una botella y todos los rituales que acompañan su consumo para llenar espacios.

A falta de algo más provechoso para hacer y de mejores modelos a imitar, seguiremos viendo jóvenes congregarse para tomar alcohol.

Para algunos será una experiencia anecdótica y circunstancial, pero muchos poco a poco incorporarán hábitos y códigos capaces de arruinar una vida.

Podemos medir las muertes causadas directamente por este mal, sus consecuencias puntuales sobre la salud de las personas vía episodios de violencia, accidentes fatales, etc. Pero es imposible medir los miles de vidas que siguen su curso en un constante estado de semiinconsciencia, un transcurrir envuelto en una niebla que destroza las relaciones y socava toda posibilidad de una existencia plena. Todos con mayor o menor nivel de cercanía podemos observar esta silenciosa tragedia.

Sin embargo seguimos como sociedad aceptando situaciones y formas de pensar que no sólo toleran la convivencia con el abuso del alcohol, sino que en muchas ocasiones lo promocionan y lo sitúan en un pedestal.

Tenemos hasta el día de hoy un fuerte patrocinio de eventos deportivos y dirigidos directamente a los jóvenes por marcas de bebidas alcohólicas, que además ni siquiera tienen una mínima advertencia en su publicidad o envases sobre los perjuicios a la salud que ocasionan.

Desde hace tiempo venimos orientando nuestros esfuerzos desde la Comisión de Adicciones a combatir el consumo abusivo de alcohol. Convencidos como estamos que el problema se engloba en una muy compleja situación social, apuntamos desde el principio a la búsqueda de una política nacional de alcohol aunando criterios y unificando la normativa muchas veces dispersa.

Queda claro que las soluciones parciales no han dado resultado, y que si no atacamos la problemática del consumo con una visión más amplia y con una coordinación más eficiente de los recursos seguiremos estancados en la tarea.

Este no es solamente un problema individual, o de la esfera familiar, es urgente que se lo considere un tema de salud pública y comprometer al Sistema Nacional Integrado de Salud a trabajar seriamente en la materia. Con respuestas específicas en cuanto a prevención y atención de los afectados.

Las consecuencias del consumo abusivo del alcohol las sufrimos todos, en la carga que tarde o temprano supone para nuestro sistema de salud ignorar el asunto cuando está a tiempo, en los accidentes de tránsito perfectamente evitables, asi como en los hechos de violencia domestica que siguen en aumento.

En esto, el gobierno puede tomar varias posturas: o seguir mirando para el costado, echando culpas y presentando grandes campañas para la prensa; o comenzar de verdad y de una vez por todas a encarar este tema como se debe porque no tenemos tiempo que perder. Si elige esta ultima opción, vamos a estar apoyando, acompañando y colaborando para sacar adelante un tema que mas que preocuparnos nos tiene que ocupar.


 

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