Raquel Trobo |
4/10/13 - Nº 145
Debimos combatir más
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La mente se encarga de realizar asociaciones , que uno ni siquiera
sospecha; tal vez por eso nos descubrimos visitando un lugar nuevo, que
juraríamos haber visto antes, o relacionando hechos de hoy, con otros
que creemos ya vividos; pero sin embargo en algún lado del cerebro
estarán o, el parecido es tal que nos confunde.
Decimos lo anterior, ya que involuntariamente, dimos –otra vez- con una
conocida novela del autor Polaco-Norteamericano Jerzy Kezinski que nos
parece excelente tanto en su estilo, como en el argumento, titulada
“Desde el Jardín”.
Tal vez haya algo en el ambiente que nos hizo ubicarla; Para que
descifremos el enigma juntos, les acercamos su substancia.
El libro trata de la vida de un hombre que no tuvo otra forma de
conocimiento que el jardín (en una mansión de Manhatan), que es su obra
y su entorno. Nunca salió y sólo sabe que existe el mundo, por el
televisor de la habitación que ocupa.
Es analfabeto y ni siquiera entiende, cómo o por qué fue llevado donde
vive, por el acaudalado señor anciano propietario de la residencia. Este
señor, no le dijo tampoco quienes eran sus padres y dispuso para él,
solamente un nombre, que viene a estar relacionado con su fortuito
destino: Chance.
El dueño de casa muere y Chance se ve empujado a enfrentar la vida solo,
algo que podría haber sido terrible, a no ser por un accidente
automovilístico que le daña una pierna.
La propietaria de la limusina se siente culpable y lo hace atender por
sus médicos particulares en el hospital y luego lo lleva a su lujosa
casa, donde le invita a permanecer.
Al dar su gracia se ubica como Chance el Jardinero, lo que se toma por
nombre y apellido respectivamente. Pasa a ser pues “Chance the Gardener”.
El esposo de la dama en cuestión, era un altísimo financista, que por
profesión y nivel, tenía gran amistad con el Presidente de los Estados
Unidos. Como su salud era en extremo precaria, el Presidente le visita
en la casa.
En la entrevista, es cordialmente incluido Chance, por su grata bonhomía
y además, por ser dueño de ingenio espontáneo y particular amenidad.
El mandatario dialoga con el anfitrión, pero -tal vez- le pareció de
buen tono, no excluir a Chance, ante la posibilidad que fuera alguien
que conocía de finanzas, por la cercanía con el invitante.
Le lanza entonces una pregunta relacionada con la economía, que
atraviesa un momento crítico para el país, que alcanza al propio
Presidente.
Chance, pausada y naturalmente, como digiriendo la pregunta, se expresa
con el único lenguaje que aprendió realmente: el de jardín: la
naturaleza y sus ciclos. Habla de flores que marchitan, para hacer lugar
a un próximo florecimiento, lo cual es interpretado por el Presidente,
como una sabia metáfora creada con gran inteligencia y cautela, ante su
investidura.
Tan excelente le halló, que la repite en una esperada conferencia del
tema y nombra al autor, lo que deriva que empiece a conocerse la
existencia de un nuevo genio político, cercano al mandatario.
La prensa toma cuenta de ello y el canal de mayor rating, le convoca a
asistir como personaje central, de un programa que es visto por 40
millones de personas.
Así es que su figura y ocurrencias, siempre enigmáticas, referidas a
árboles, semillas y flores, se vuelven famosas y requeridas. A tal punto
que la señora de la casa, orgullosa de él, lo convida a acompañarle a
una reunión internacional de la ONU, en la que Chance departe con
economistas, estadistas y diplomáticos -a esta altura, todos convencidos
de que Chance es un hallazgo inusual-, del mundo de la alta política.
En tal circunstancia, nadie osa indagar más allá. Puede que sea
complicado entenderle, pero precisamente, ese es su atractivo. Surgen
conjeturas en torno a él, aunque siempre terminan en alabanzas a la
reserva comunicacional, propia de los seres profundos y sabios.
Chance sigue pues, su marcha hacia la cima, al extremo de ser propuesto
para presidente de los norteamericanos, final que el autor deja abierto,
pero incluye.
La novela, dio también para una película, realizada en el año 1971,
protagonizada por Peter Sellers.
Hay críticas, que sostienen que el éxito de Chance está, en que a la
mayor parte de la gente, le gusta escuchar explicaciones sencillas, para
los grandes problemas y con soluciones posibles.
También se contempla que los políticos tienen un algo de muy distantes y
complicados, abriendo una brecha entre ellos y la gente, pero este
hombre, suena como uno más del pueblo.
Otros comentaristas, piensan que una vez que cualquier persona “llega” a
un alto cargo, no es fácil destronarlo; por lo tanto ni siquiera lo
intentan, al tiempo que muchísimos, se inclinan por aceptarlo.
Nosotros pensamos que, cualquiera de estas interpretaciones, lleva a la
posibilidad de que Chance, de presentarse a elecciones, alcance el
máximo cargo de una nación.
Y eso ya no es sólo surrealista, sino altamente grave, por lo probable.
El carisma en un candidato, es fundamental, pero tiene que haber
bastante más, para postularse y que se le apoye. El público debe
investigar que hay detrás de la simpatía, la aparente simplicidad y los
modales y dichos populares.
Últimamente, en casi toda el área latinoamericana, han existido campañas
–sutiles y sostenidas- contra los “políticos”, por medio de las cuales,
se tiende a hacer asociar el término, con el de “corrupción”.
Idea que entendemos, que no hemos luchado lo suficiente para erradicar,
y ha cambiado hasta los sentimientos o preferencias de las personas, que
acaban detestando a la clase política, sin saber cómo ni por qué.
En el equipo del actual gobierno, sin embargo, desde el 2005 hasta hoy,
nadie se reconoce como político. Son “ luchadores”, que han venido a
defendernos de los gobiernos, de los corruptos; llegando incluso a la
fenomenal afrenta de afirmar que en 175 años, no se ha hecho nada. Que
la vida que vale la pena, comenzó con y por ellos, lo que se ha colado
en el inconsciente colectivo. De tal modo que por el mismo puente,
atravesaron el trecho a la Primera Magistratura Chávez, Lula, Correa,
Ortega, los Kirschner, Evo Morales,Vázquez y Mujica.
¿Qué tal?
Raquel Trobo
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